sábado, 28 de septiembre de 2013

Anteponer los valores a las funciones.

Muchos años han transcurrido desde el día que dejé de disfrutar de los momentos compartidos con un personaje que tanto me ayudó y me enseñó, personaje que tantos y tantos valores humanos desprendía a diario. Se ganó con creces su condición de figura de autoridad, siempre desde la comunicación y el entendimiento, el compromiso, la laboriosidad de a diario y la armonía en el trato para con todos, tanto que hasta se producían situaciones de consenso entre nosotros a la hora de toma de decisiones (algo que solo puede producirse cuando se tiene un grupo como lo era aquel).
Una vez, durante una tarde, momento previo a una sesión de entrenamiento charlaba con el que debía incorporarse al grupo como entrenador ayudante. Han pasado ya 22 años pero lo recuerdo como si fuera ayer cuando el presunto entrenador ayudante, yendo al grano, le pedía cuales debían ser sus funciones y la contraprestación económica a percibir por la realización de esas funciones.
-¿Funciones? dijo el responsable de aquel grupo de jóvenes jugadores,
-¿dinero? preguntó extrañado el entrenador.
-¿Cómo podría yo saber cuales deberían ser tus funciones sin saber cuales son tus aptitudes y actitudes?
-¿Cómo puedo yo saber cuales deberían ser tus funciones sin saber si serás capaz de desarrollar ciertos valores imprescindibles para el cargo?

Gustar lo que uno hace, aprender para mejorar y ayudar a que otros mejoren. La vocación en una persona que realiza una función en un segundo plano es de valorar y difícil de encontrar. Asumir unas prestaciones que suelen ser de mayor volumen que la del propio responsable (entrenador), acudir a entrenamientos voluntarios, empezar a entrenar antes del inicio de la sesión y terminar después de acabada esta, estar dispuesto a realizar tareas que ni tan siquiera uno había pensado o programado, sufrir desaprobaciones alguna vez de las propias indicaciones hacia el responsable que tiene la obligación de escucharte pero no de ejecutar todas tus recomendaciones y sugerencias, además de todo el resto de funciones universales que debe ejecutar un entrenador ayudante, porque eso es lo que es, un entrenador ayudante que ayuda. Este es un concepto que no creo se tenga claro, ni ahora ni tan siquiera antes, hablando en general claro.
He escuchado en los últimos años a algunos sociólogos, filósofos, psicólogos y demás pensadores que creen es una estupidez amar solamente a una persona, que la fidelidad en el amor no tendría que limitar esa capacidad innata que tiene el humano para repartir y abarcar entre iguales y que realmente esa fidelidad absoluta lo único que hace es responder a la inseguridad que tenemos en nuestras relaciones, compensa nuestra desconfianza hacia el otro y muestra lamentablemente un parámetro maligno que hará que nuestra relación pueda desestabilizarse, la posesión.
En cambio, si esto lo dirigimos y lo relacionamos con la relación entre entrenador y entrenador ayudante, la fidelidad se convierte en un valor indispensable para un buen funcionamiento, ya que en esta relación curiosamente la posesión entre individuos no a lugar.

Está cada vez más de moda que en un entrenador profesional que aterriza en un nuevo club, no desea sea su ayudante un entrenador de la casa o que se incorpore al igual que el, sino que el mayor deseo de ese profesional sea el poder tener al lado a alguien que conozca y sea de su entera confianza.
Vamos a imaginar por un instante que nuestro rol es el de entrenador ayudante y que tenemos que elegir un camino en cada una de estas tres situaciones, cual sería nuestra decisión en cada una de estas opciones:

1. Eres entrenador de la casa, llevas muchos años ejerciendo ese papel de ayudante con varios entrenadores jefes en el pasado que han pasado por tu club, después de 12 jornadas de malos resultados, el director técnico somete al entrenador jefe cesando en el cargo a este y proponiéndote a ti para el cargo. ¿Qué haces? ¿Aceptarías el cargo?

2. Llegas a un club nuevo con un entrenador con el que has estado en los últimos 3 años en 2 clubes diferentes, a mediados de temporada el club cesa a tú compañero y te propone seas tú quien lleve las riendas del equipo hasta el final de temporada. ¿Qué haces? ¿Aceptarías el cargo?

3. Te incorporas a un nuevo equipo en tú rol de ayudante junto a un entrenador que también se incorpora en esa misma temporada, entrenador al que no conoces ni con el que has trabajado nunca antes, en la jornada número 12 se cesa al entrenador y se te oferta el cargo de entrenador jefe. ¿Qué haces? ¿Aceptarías el cargo?

Cuando un equipo deja de ser un equipo y se convierte en una alforja repleta de ambiciones personales, intereses individuales que dañan la armonía de lo que debería ser un colectivo, un grupo, un equipo en el que los objetivos deben ser comunes y se deben dejar atrás otras pretensiones egoístas y antideportivas que se dan en el deporte colectivo cuando este se tiñe de egoísmo.


















Ser entrenador ayudante es un privilegio en el aprendizaje de este arte. Aprendemos de los demás en un altísimo porcentaje, quien solamente ha tenido un rol de primer entrenador tiene mucho menos "chance" que el que es capaz de desarrollar sus propias ideas y las ideas de otros a los que haya podido tener cerca.



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