...a los seis años me topé con un ángel del cielo y comencé a creer...
...a los dieciseis años apareció un ser divino e inicié el pensamiento...
...a los diecinueve años descubrí una maravillosa mujer y puede entender...
...luego, muchos años más tarde, hallé un ser único y puedo decir:
Ya no hay nada más que sentir, nada en lo que creer, dejaré de pensar porque ya no tengo nada que entender.
Sentir vuestra presencia, el sonido de vuestras risas y el timbre de vuestras voces.
Quizás haya mucho en que creer, pero nada por hacer.
Buscar las manos que puedan sostenerme acompañadas de un pensamiento de solidaridad o empatía y que esos pensamientos no sean silenciosos ni se vayan a la deriva.
Entender que no quiero ser el único, que no se trata del corazón, si de fraternidad y que no es la búsqueda de ningun rescate, tan solo darnos los que necesitamos.
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