sábado, 7 de junio de 2014

...baloncesto emocional

Estaba yo sentado en el incómodo sofá de casa de mis padres viendo una final olímpica, en concreto el verano del 2008, en la cual, la glamurosa selección española se enfrentaba a Estados Unidos. Una selección española dirigida por fin por Don Alejandro. Ese "glamour" desaforado ni por casualidad lo infundía el propio Aito, al revés, seguro que el hombre lo desaprobaba en su justa medida. El partido?, muy vibrante!!, nuestros jugadores inducidos por ese gen competitivo que atesora el grupo casi siempre, acompañado de ese talento natural de muchos de esos jugadores, más el talento físico y motriz de otros, ponían entre las cuerdas al mal llamado Dream Team (no sé que número ya), mal llamado para mi porque a mi juicio un equipo de ensueño debe tener un significado diferente al del aficionado convencional.
El partido lo disfruté, me gustó casi en exceso, supongo que el hecho de que fuera un equipo dirigido y algo trabajado por García Reneses mucho tenía que ver también con ello, podría decir incluso que fue uno de los mejores partidos que yo haya visto... pero no llegué a emocionarme.

El 2 de julio del año '95 se jugó la final del Eurobasket en Grecia. Los equipos enfrentados fueron Yugoslavia y Lituania. Muy pocas veces un campeonato de Europa de selecciones nacionales había reunido casualmente a tantos combinados aspirantes, un nivel altísimo de juego que hacía que cualquier enfrentamiento de la fase final fuera especialmente atractivo de ver. Los Radja, Kukoc, Perasovic, Komacek por Croacia; los Divac, Danilovic, Djordjevic, Palpalj, Bodiroga en Yugoslavia; por parte lituana los Sabonis, Karnishovas, Marciulionis, Kurtinaitis o el propio Homicius; la selección anfitriona comandada por Giannakis, Fassoulas y  Christodoulou; la Francia de Yann Bonato y la España de uno de los mejores anotadores de aquel campeonato, Alberto Herreros; sin olvidar a Rusia capitaneada por Babkov y Bazarveich. También podemos recordar a un anotador compulsivo, el alemán Michael Koch.
La final más enrarecida en cuanto a actitudes deportivas que yo pueda recordar ya que pareció que los lituanos aseguraban una persecución arbitral por parte del arbitro norteamericano, algo que incluso llevó al equipo verde a querer marcharse del partido. El equipo croata (bronce) creo recordar no quiso participar en la recogida de las medallas...etcétera...sin duda era el inicio de una época en el deporte del baloncesto en el cual el máximo exponente de la educación era la de solo vale ganar y a partir de ahí la de no saber perder (detalles específicos, injusticias y condicionantes al margen).
El partido final fue espectacular, el juego de mucha calidad y las individualidades de esos jugadores rayaron a un acierto casi perfecto, Marciulionis, Sabonis, Djordjevic...fue sin duda también otros de los mejores partidos que yo presencié...pero tampoco me emocioné.

Han habido otros cuantos partidos que recuerdo con especialmente agrado, y no solo del más alto nivel, sino también partidos de otro ámbito, incluso alguno donde yo pueda haber participado como jugador o como entrenador, es decir, regional, autonómico o estatal...pero tampoco llegué a emocionarme.

Mi baloncesto lo empecé allá por el año '85, era cadete y un año antes recuerdo haberme levantado de madrugada con 13 años para ver la final olímpica de Los Angeles '84 entre USA y España.
Hubieron muchos jugadores por aquel entonces a los que me encantaba ver jugar, a ellos y a sus equipos o selecciones nacionales...pero ninguno me emocionó.

Cada vez que entro en you tube y presencio algunos de esos vídeos después de haber escrito en el buscador su nombre y presencio su juego...entonces si puedo emocionarme,
cuando me pega por querer disfrutar de verdad viendo baloncesto y logro meter las cintas de VHS en el viejo reproductor para ver alguno de sus partidos...entonces si vuelvo a emocionarme,
cuando leo algunas crónicas de ese día nunca olvidado donde perdió su vida en aquel maldito accidente de coche...también de nuevo al recordarlo puedo emocionarme.

Tuvieron que pasar casi trece años desde aquel fatídico 7 de Junio del año 1993 hasta que volviera a toparme con un jugador que al practicar baloncesto volviera a emocionarme de nuevo.
Aquel 7 de junio, hoy hace ya 21 años  nos dejó, nos dejó sin su dominio total de todos y cada uno de los fundamentos técnicos, sin su acertada toma de decisiones que desarrollaba en un uso sin igual dentro de su táctica individual. Para mi lo de menos era su exceso de pasión y su competitividad, ni si quiera el valor de la adherencia al trabajo estaba a la altura del total dominio técnico/táctico que tenía y que de verdad me encandila y emociona, aunque claro está, esa adherencia mucho tenía que ver con ese dominio. Ahora cuando lo veo de nuevo jugar me pregunto como es posible no haya nadie parecido que pueda desarrollar de ese modo toda esa técnica durante el juego.
Los que admiran al jugador y  sus aptitudes como tal ahora también lo recuerdan, los que nos levantamos por la mañana y los vemos retratado en una de las paredes también lo recordamos...con emoción.





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