Sólo una persona temeraria o muy valiente se arriesgaría a realizar, por gusto, un viaje a este tenebroso bosque, dónde senderos desconocidos y tortuosos, serpentean hasta sus misteriosas profundidades. Quién sabe que seres monstruosos acechan en sus amenazadoras sombras y qué terribles aventuras aguardan al viajero imprudente. Monstruos que albergan en sus ideas pensamientos, y a veces acciones, los más descabellados y crueles episódios puntuales que harán que este viaje sea de lo más peligroso y temerario. Todo lo que necesitas es echarle un par de "huevos" para embarcarte en esta emocionante aventura de espada y brujería, completada por un elaborado sistema de combate. Habrás de asumir grandes riesgos y peligros y tu éxito no está en absoluto asegurado. ¡Deberás enfrentarte a adversarios poderosos y con frecuencia no tendrás más elección que matar o ser muerto!. El motivo de esta arriesgada aventura no es otro que salvaguardar el futuro de muchas personas y familias del lugar de donde provienes, un mundo mágico donde la bondad, la comprensión, la empatía, la solidaridad y una gran y larga lista de valores humanos habitan en las vidas cotidianas de tus paisanos. Un fatídico maleficio creado por la gran Bruja del quinto oráculo del sur es la causante y tú andanza y objetivo singular será el de deshacer ese maleficio consiguiendo llegar a la Gran Torre de Marfil situada en la cima más alta de una pequeña cordillera que se encuentra dentro de ese bosque tenebroso. En esa torre debes liberar a un trio de damas, princesas de corta edad que han sido capturadas y a las que no se les permite disfrutar de sus vidas en libertad y que casi a diario se les tortura con el único fin de conseguir los propios intereses de esos seres que habitan ese bosque y que sólo ansían el recelo del poder y la victoria. Nuestro querido y valiente protagonista tan solo va previsto de algunas provisiones, una cantimplora de metal, una espada y la colección de 5 frasquitos mágicos en los que a medida que vaya transcurriendo la aventura iremos despejando la utilidad mágica de esos pequeños frascos otorgados por los magos de la paz que viven mas allá de la montaña mágica, morada del señor de los señores, quién pide a nuestro viajero realice ese rescate y encomiende a tan dificil reto al pequeño héroe.
Tu viaje comienza y para adentrarte en ese tenebroso bosque debes coger rio abajo y seguir la senda que te lleva a un gigantesco árbol milenario que marca la entrada del oscuro bosque. Inicias tu camino, la luz del día se filtra por entre los árboles a ambos lados del sendero, el bosque cada vez es más espeso y esa luz se va disipando cada vez más, al mismo ritmo que los pasos realizados. Sigues caminando por el angosto sendero y de pronto oyes el fuerte chasquido de una rama al romperse y el murmullo de unos pequeños seres (intuición propia, ya que no los consigues ver), seres que por su timbre de voz parecen las criaturas propias de un cuento de hadas, seres que están sujetos a las òrdenes y al mando de algún ser poderoso y dominante a las que tiene atemorizados por un lado, pero a los que protege por otro. Sacas tu espada y aguardas nervioso, con la espalda apoyada en un gran roble. Entonces frente a ti, ves salir a un ser gigantesco, un ser que no sabes por cual motivo camina de una forma extraña, lenta y acompañada de un "vaivén" más propio de un problema físico que de una manera personal de desplazarse. Armado de una gran hacha y varias espadas, el gigantesco ser, que en una previa intuición te parece un posible Rey de alguna comarca inmersa en ese tremendo y oscuro lugar, va vestido de negro, combinando telajes de un verde hierba y otro color brillante como la esperalda pero de un tono rojizo algo más oscuro. Se aproxima hacia ti con ese paso descordinado y sujeto a la pausa, deteniéndose justo a unos metros de distancia y exclamando que has traspasado los límites de su territorio y deberás pagar como multa el contenido total de los objetos y pertenencias que se encuentran en el interior de tu macuto. ¡¡Tan solo llevo unos víveres para el camino y algún otro utensilio que me ayude en mi propósito, propósito de liberar a unas niñas de la condena y la privación de su libertad!!, exclamó!!, la respuesta de ese maligno y maltrecho supuesto rey de esos insulsos, asustadizos y agazapados seres fué tan negativa que esbozando una fuerte y potente risa añadío el siguiente discurso: ¡¡Yo no entiendo de libertades ni de derechos, lo único que me importa son mis intereses y mi propiedad, la calidad de vida del prójimo para mi no tiene razón de ser, nada es importante para mi en este mundo salvo mi reino, mis exclavos y estos seres despreciables e insignificantes que me siguen y me guardan fidelidad, nada ni nadie es importante para mi, tan solo mi victoria y mi dominio!!!...jajajajajajajajajaja!!!!. El aventurero en este caso, pensó rapido, quizás no lo hiciera pensando en su propia vida, pero si lo hizo en su promesa y su deseo, el de terminar y llevar a buen término con su objetivo de rescatar sanas y salvas a las tres niñas secuestradas, entonces desenvainó su espada y argumentando que no podía deshacerse de nada de lo que en su macuto se encontraba peleó con bravura con ese supuesto rey de algún lugar de ese bosque tenebroso hasta darle muerte, no sin la pérdida de una de sus manos, mano izquierda que fué seccionada con la afilada hoja del hacha del gigante ya abatido. El caminante curó su herida con la ayuda de unos polvos que contenía unos de los frascos mágicos que acompañaban su aventura. Siguió su camino y a la izquierda del sendero vió un pozo de piedra con un cubo y una polea, sediento y cansado por la batalla con el gran gigante se acercó al pozo con la intención y el deseo de encontrar agua y repostar su media llena cantimplora de metal. En el interior del pozo encontró una escalera, tomó la misma y a medio camino del final del pozo la falta de un peldaño hizo que el aventurero se escurriera, perdiera el equilibrio y cayera al fondo del pozo. Golpeado y dolorido por la caida, su sorpresa fué que allí abajo no había agua, el pozo estaba seco y tan sólo existía un pequeño pasadizo oscuro y mal oliente que llevaba no sé a donde. El muchacho respiró y con la valentía y el empuje que le caracterizaba tomó el pasadizo y se adentró en él. Estaba oscuro, muy oscuro y a medida que más caminaba peor olor percibía y más oscuridad acontecía. En ese momento se paró y metiendo su única mano en la mochila mágica estrajo un segundo frasco el cual le proporcionaba milagrosamente la suficiente luz como para continuar su camino por ese camino de piedra, frio, estrecho, mal oliente y con un final imprevisible pese a la luz creada por ese frasco especial. Después de caminar durante más de una hora, divisó a lo lejos un foco de luz, luz natural que le hecia preveer que el final de ese túnel había concluido. El túnel acaba a la entrada de una cueva, una cortina impide ver lo que hay dentro de ella. Al retirar la cortina, ves a un ser pequeño de piel verde y con una cabeza enorme. Su nariz es larga, sus orejas puntiagudas y se viste con ropas de tela de saco. Un gran medallón pende de una cadena de plata en torno a su cuello, medallón que lleva incrustada la silueta de una especie de zapatón. La criatura se halla sentada ante una mesa y examina una mano humana postrada sobre esa mesa. Al verte entrar en la cueva, agarra un martillo de piedra se pone en pie de un salto. Es una especie de Gremlin y sin mediar palabra se dispone a luchar. Nuestro valiente aventurero sólo esta provisto de una mano pero es ducho en el manejo de su mano derecha prolongada por su espada aún ensangrentada por la lucha del gigante. Después de una larga lucha sin cuartel, nuestro querido amigo rinde cuentas al gremlin saltarín y lo abate no sin ser tremendamente golpeado y magullado por los golpes del tremendo martillo del ya funesto bicho. Después de la lucha, cansado y sin fuerzas nuestro amigo se dispone a inspeccionar la cueva, pasan muchos minutos hasta que se da cuenta que aquella cueva tienen una pequeña salida en la parte superior de la misma, agujero situado a no menos de quince metros, inaccesible para él. Contrariado y desechando la idea de volver por el mismo camino, toma su macuto, introduce su mano derecha en su interior y utiliza de nuevo la mágia de uno de los frascos para salir de aquel agujero mal oliente. Una vez fuera de la cueva, a plena luz, el muchacho toma un sendero que tuerce pronto hacia la derecha y que dirige al norte a través de un valle. A la izquierda del sendero hay una gran charca y en su borde una pequeña cabaña de madera. Caminando hacia ella vió un gran jarrón anaranjado con tonalidades oscuras situado en una mesa en el porche de la choza. Parece que no hay nadie. Abres la puerta de la casa, pero está vacía. Tampoco hay en ella muebles ni ningún otro objeto. Al salir de nuevo afuera examinas el jarrón. Miras en su interior pero, a pesar de la luz del sol, no consigues ver nada más allá de su borde. La negrura del jarrón es fantasmagórica. Al sacudirlo nuestro amigo pecibió que allí dentro algo había...al meter su única mano sintió un dolor como nunca había sentido, un dolor acompañado de una sensación de temor que le hacía pensar que jamás conseguiría regresar con las niñas sanas y salvas, pero aún asi nuestro amigo seguia arañando el interior del jarrón con la intención de sacar lo que allí dentro se escondia. A los pocos segundos extrae del fondo del jarrón una moneda de oro, brillante como el sol y muy pesada, tan pesada como la responsabilidad que este joven amigo tiene para las tres pequeñas princesas recluidas en la Gran Torre de Marfil. El muchacho continua su camino con muy pocos viveres en su mochila, nada de agua y con ya tan sólo dos frasquitos mágicos, además de la moneda de oro. El sendero llega a otro cruce, el camino del sur le aleja del bosque, por eso decide continuar hacia el norte. Después de más de un día caminando divisa a lo lejos la silueta de dos hombres, dos hombres con apariencia normal, totalmente uniformados de igual manera, visten de rojo y gris con dos grandes capas negras con ribetes plateados que cubren sus lomos, botas altas, uno tiene el cabello gris, al otro ya le falta el cabello y ambos sostienen un gran corazon rojo en una de sus manos. Al acercarse nuestro amigo ya muy cansado y magullado, con hambre, sed y sueño... les pregunta, además se denota en él una confianza especial hacia ellos, como si ya los conociera de antes, ¡necesito saber si la Gran Torre de Marfil está cerca!, a lo que uno de ellos responde con voz profunda y serena ¡Estás muy cerca, nosotros de allí venimos!, los hombres preguntaron a nuestro amigo el porqué de la búsqueda de esa torre, cual era su propósito, el protagonista de la historia les relataba sus andaduras, penúrias y luchas durante su aventura. Al acabar de informar los dos hombres hicieron un silencio, el cual duró unos segundos, el muchacho recuperaba la concentración obviando su cansancio y preguntando angustiado sobre el porqué de su silencio. Uno de los hombres contestó que ellos eran parientes muy cercanos de dos de la princesas que en la torre permanecian secuestradas, y que hubo un tiempo en el que en ese reino donde ellos habitaban había comprensión, cordialidad, fraternalismo, generosidad, empatía y otros muchísimos valores que hacian que en ese reino se respirara paz y sosiego. Pero los tiempos cambian y las personas también, el hombre tiende fácilmente a volverse más uraño y el ego crece de una forma exagerada, el egoismo, el poder, la victoria, las conquistas, ciegan y desechan muchos valores humanos que quizás algún día se puedan recuperar, o quizás no. El chico no entendía muy bien lo que esos hombres le decían, pero si entendía que aquella pareja de hombres, que además reconocian que en un tiempo tenian relación fraterna con dos de esas princesas, ya no les importaba nada, el chico pensó que aquellos dos hombrecillos que iban eso si en son de paz, estaban impregnados por la avaricia, el poder, el fanatismo desaforado y que sólo tenían un único interés, el personal, y que todo lo demás importaba muy poco y que de una manera contraria fisicamente actuaban como el gran gigante derrotado en las primera líneas pero que sí de una forma espiritual y de pensamiento actuaban igual que el derrotado rey. El chico de nuevo volvió a introducir su brazo en el macuto y sacó el cuarto frasquito, el frasquito mágico que contenía la "comprensión, la empatía, la tolerancia y la solidaridad", valores que ambos caballeros atesoraron en un tiempo pero que malogradamente habían perdido, el chico sin mediar palabra les hizo entrega del frasquito y abandonó su compañía deseándoles suerte y buen destino a los dos. Nuestro querido amigo continuó su camino hasta encontrarse una casa casi en ruinas, miró por una de sus sucias ventanas y vió a una vieja de ropas mugrientas y rostro arrugado, la nariz llena de berrugas leyendo unos de sus numerosos libros que allí se encontraban. Un mayordomo jorobado le acompañaba y le alcanzaba los libros que ella le pedía. El chico, no sin pensárselo muy bien antes tocó a la puerta, tocó varias veces y nadie la abría, ante esta negativa el chico quiso de nuevo asomarse a la ventana cuando su sorpresa fué el presenciar como aquella vieja estaba dando muerte a su criado jorobado, al cual le tenía agarrado por el cuello estrangulándolo muy poco a poco. En ese momento la vieja mujer giró su cabeza y sorprendió a nuestro protagonista aterrorizado por semejante episodio, este corrió sin mirar atrás y en su carrera fatigosa y descontrolada por sus sensaciones de miedo cayó tropezándose con una raiz de un inmenso árbol, con la mala suerte que su mochila se abria y la vacía cantimplora y el solitario y ya único frasco mágico se rompía derramando su contenido en la tierra del camino. El muchacho se incorporaba ahora sí, mirando hacia todas partes, con el miedo atroz de que apareciera de nuevo la vieja asesina, recogía su mochila con la moneda de oro dentro, se colocaba su espada y siguió su camino con el susto encima, el cansancio y lo que es peor, sin ninguno de sus frascos mágicos que tanto le habían ayudado en sus andanzas. Caminó durante un par de horas más y al paso entre dos árboles de colores raros, uno de color púrpura y el otro tirando a morado, el chico lanzó una maldición preguntándose quién habrá podido tender esta trampa infernal. Había sido atrapado por una red, una red tan peculiar como los vecinos árboles que no cedía ante los golpes de la afilada espada de nuestro valiente amigo. Diez minutos después y cansado de luchar contra esa trampa que le tiene colgado a más de tres metros de altura, aparece un pequeño ser de mediana edad provisto de unos pantalones cortos de cuero y una camisa a juego, una imagen muy parecida a la que podría tener el propio Peter Pan. El muchacho le pide ayuda y el personaje de delgadez esquisita le propone un trato, a cambio de su liberación le pide la moneda de oro que lleva en la mochila, nuestro héroe extrañado le pregunta cómo puede saber que su mochila contiene una moneda de oro, a lo que el personaje peculiar le responde que en ese bosque todo el mundo sabe lo que pasa y que se de prisa ya que el tiempo aprémia y la torre de marfil está ya muy cerca. El chico es liberado y continua su camino. Minutos después el aventurero divisa un pequeño montículo perteneciente a una pequeña cordillera, su paso se acelera invadido por el deseo de cumplir con su deseo y llevar a cabo el objetivo de rescatar a esas pequeñas niñas de corta edad que ansían su libertad. Al cabo de un rato, en lo más alto de ese montículo observa que se alza ante él una pequeña montaña presidida por una maravillosa y gran torre de marfil blanco, fin del camino, ahora la soledad le embarga y ante majestuosa obra arquitectónica el miedo le atenaza y le hace pensar que último episodio le espera antes de poder liberar a las pequeñas princesas. Con paso lento pero firme se aproxima a la entrada de la torre dónde le esperan unos guardianes, gurdianes que al parecer ya estaban esperando su llegada. La puerta cede y ante él se abre un inmenso salón, salón casi vacío, dónde al final del mismo se encuentra un gran trono, trono ocupado por un ser altísimo, de cabello cano y de larguísima barba blanca, túnica blanca y bastón de cristal blanco, blanco azulón. A su lado, tres niñas, niñas sonrientes, de pelo limpio y ropas blancas, lustrosas y resplandecientes. A nuestro querido amigo la duda le confunde, ahora tampoco entiende nada, las princesas no parecen haber sufrido, y en aquel lugar no habitan monstruos ni seres despreciables que hayan podido causar ningún tipo de torturas ni maltratos a las lindas niñas. El caballero de largas barbas se pone en pie, es el señor de los señores, quien había encomendado este trabajo a nuestro joven amigo y quien habia proporcionado los frasquitos mágicos para ayudarle en tal tremenda historia. Al incorporarse el anciano mago esboza una gran sonrisa y expone en voz alta y profunda:
"No se debería medir al hombre por la victoria o por la derrota, sino por su trabajo, esfuerzo, perseverancia y voluntad".
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