domingo, 12 de octubre de 2014

Educar y entrenar solo para ganar versus educar y entrenar para mejorar y luego poder ganar

Mi duda sobre el porqué generalmente y a mi parecer de forma equivocada los entrenadores de formación exigimos a los jugadores de manera más que considerable durante el momento de la competición que durante el trabajo diario y semanal. (Curiosamente el entrenador más laureado del baloncesto español en toda la historia trabaja mucho durante la semana y prácticamente calla durante el partido).

La falta de exigencia en la formación de nuestros jóvenes es una falta grave por parte de los entrenadores ya que esa ausencia en el factor educativo supone un exceso de comodidad y a falta de esfuerzo crece la mediocridad.

¿Será cierto que en formación los entrenadores estamos excesivamente motivados por la competición en contra de la creación y todo lo que conlleva el aprendizaje como contenido esencial en un proceso de crecimiento formativo del jugador?

Últimamente entro en el reproche de que en general estamos escondiendo nuestros recursos en la enseñanza y que la transmisión de conocimientos no está siendo el objetivo fundamental, fomentamos la equidad, bajamos el nivel y nos convertimos en educadores y entrenadores mediocres, lo que llevará a que nuestros jugadores también lo sean.
Los jugadores arrastran déficit técnico en las primeras etapas de formación, donde en una de estas etapas se debe gestar la repetición y la corrección, la repetición aburre y la corrección incomoda, la rutina cansa y en su contra se busca tan solo el divertimento con pocas dosis de aprendizaje.

La antesala de los objetivos técnico/tácticos es la educación deportiva, sin un mínimo de valores concretos esos objetivos solo llegarán por la vía del sumo talento innato y no tanto por el esfuerzo y el trabajo. Educar con rectitud y con conocimiento pero sin llegar a adoctrinar es importante para el aprendizaje primero y el rendimiento después, decimos no llegar a niveles de mucha doctrina ya que un exceso de ello llevaría a minimizar la creatividad innata del individuo.
Los entrenadores debemos, independientemente de nuestra experiencia, ahondar, buscar, alcanzar y lograr, ya que los jugadores aprenden por ellos mismos solo una escala limitada durante el proceso, el cual debe estar cumplimentado por el entrenador.

El entrenador de formación actual inconscientemente "busca" por encima de todo su ambición personal y paralelamente su mejora como técnico, obviando que en un alto grado su proceso de aprendizaje va de la mano de la enseñanza que impartirá a sus jugadores, el cual debería ser prioritario. Me cansa ver como la competición y la educación tan solo al éxito hace que el jugador de formación solo "sirva" a su equipo y a su club, que sume para ganar, situación que sucede siempre, en su defecto lo que añoro es ver y conocer más estructuras de clubes en las que los entrenadores y el propio club en general "sirvan" también al jugador para su mejora y crecimiento individual.
Por otra parte concibo una exagerada dosis de jauría y festejos en el trabajo diario. Esa actitud deseada y que nos provoca placer es la primera piedra para construir el muro de esa mediocridad. La mediocridad con esfuerzo está justificada, el no dominio de ciertas habilidades en la primera etapa de formación también está disculpada pero en la etapa de perfeccionamiento y en la de rendimiento esa mediocridad será abrupta, clara e incluso molesta.
La realización de un trabajo diario supone un ejercicio de voluntad. Esa voluntad inicial debe ser la encargada de romper la inercia de la total ociosidad, la cual siempre pone en peligro el proceso paulatino de aprendizaje, El siguiente paso y valor a desarrollar será la perseverancia para continuar con la labor de forma regular pero sin llegar al limite del hastío, sobretodo en las categorías de primera etapa de formación. Después buscaremos el rendimiento previa tecnificación, algo que nos llevará a la negación de la chapuza técnica/táctica.
La tendencia en las estructuras técnicas de los clubes al trabajo "light" es el gran rival del crecimiento del jugador y es el punto de partida a la creación de hábitos inadecuados tanto para el deporte como también para la vida. Un hábito adecuado en el deporte se traducirá de forma mecánica a la cotidianidad de la vida. Esos hábitos adecuados dan más opciones al rendimiento de nuestras tareas fueren cuales fueren, mejoran nuestro rendimiento y nos harán sentir mejor. Los hábitos inadecuados nos pueden producir a veces gozos momentáneos pero que no ahondarán en nuestra mejoría futura.

Alguien dijo aquello de "Hacer lo que hay que hacer, y hacer lo que a uno le gusta...hasta llegar a que uno le guste hacer lo que tiene que hacer".

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