La decepción es un sentimiento de insatisfacción que surge cuando no se cumplen las expectativas sobre un deseo o una persona. Se forma en unir dos emociones primarias, la sorpresa y la pena. La decepción, si perdura, es un desencadenante para la frustración y más adelante, la depresión. Similar al arrepentimiento, se diferencia en que el sentimiento de arrpentimiento se enfoca básicamente en fallas en elecciones personales mientras que el de la decepción se enfoca más en la insatisfacción proveniente del aspecto externo. Es una fuente de estrés psicológico.
La decepción es subjetiva porque depende del resultado esperado de un acontecimiento, por lo que un mismo hecho puede resultar bueno para una persona y decepcionante para otra. Cuando la decepción afecta a las personas, se cambia la imagen mental que se tenía de ellas, sobre todo si afecta a partes fundamentales de la personalidad y puede producir la ruptura de la relación, cualquiera que esta fuera. Vivir una decepción conlleva a enfrentar otros sentimientos negativos, tales como la tristeza, el enojo y la frustración, los cuales ciertamente no son fáciles de sobrellevar, pero cuando se procesan debidamente se logra el crecimiento emocional del decepcionado como ser humano. La decepción independientemente de su intensidad es universal en hombres y mujeres de todas las edades: anida en el corazón de los niños, atropella el alma de los adolescentes, agita las emociones de un adulto y hace estragos en los sentimientos de la tercera edad. De manera similar, lo mismo la viven los acaudalados y la sufren las capas sociales más precarias.
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