Hoy sostenía un dilema referente a la duda de cual tema poder escribir de los dos que hoy me acechan el pensamiento. Uno de ellos hace referencia a la desdicha e infortunio que siente aquel individuo el cual va en continuo decrecimiento por sentirse inundado por la desventura de un amor imposible. El segundo tema en cuestión habla de la orientación que debemos seguir los entrenadores de formación al igual que el jugador en ese proceso de aprendizaje.
Llevo unos días reflexionando sobre particulares actitudes que desarrollan de forma conjunta y en general un grupo de deportistas en periodo de formación, tanto la personal como en este caso la deportiva.
Hace muy pocos días alguien con experiencia y bajo mi parecer bastante criterio y ecuanimidad comentaba que entrenar jóvenes le ayudaba a entender como va el mundo actual, y hace también muy poco tiempo que escuchaba a un jefe de estado muy peculiar avisar de que prácticamente toda la problemática socio mundial actual venía dada por el capitalismo y el consumismo.
Mi reflexión no dista nada de la percepción de que la prácticamente totalidad de los jugadores jóvenes actuales, (y claramente somos los educadores los que ayudamos a fomentar esto), no tienen la capacidad de la "búsqueda del desarrollo de hacer baloncesto con todo lo que ello engloba" y si la de tan solo "consumirlo". El "buscador" se quiere impregnar, quiere conocer, investigar y nutrirse de experiencias y nuevos aprendizajes que le ayuden a sentir lo que es el baloncesto con todo el sacrificio y compromiso que ello a veces conlleva. El "consumidor" tan solo lo practica, lo desarrolla a su manera buscando disfrutar de ello sin ningún tipo de interés por mejorarlo y mejorarse, siendo lo peor además, añadiendo un alto grado de exceso de comodidad y niveles de ociosidad que a veces pueden convertirlo en dañino. El "buscador" se siente agradecido por lo que recibe y se siente dichoso por lo que da y aporta al grupo de trabajo. Un "consumidor" de baloncesto simplemente lo recibe.
Un buen ejemplo de ello sería la diferencia entre un artesano que construye, crea y disfruta de ese periodo de aprendizaje y el consumista que tan solo paga para obtenerlo.
Podría actualmente ser capaz de diferenciar a aquellos jugadores que se van poco a poco identificándose con el trabajo de los que simplemente se muestran impasibles y sin sentimiento, simplemente basan su interés a su mera presencia.
Sentir lo que se hace nada tiene que ver con solo hacer lo que se les dice.
viernes, 31 de octubre de 2014
sábado, 25 de octubre de 2014
El amor es otra cosa
Erase una dama medieval que vivía en un gran castillo junto a su familia. Dotada de una belleza incomparable y sin igual, era adorada y envidiada por todos, tanto, que ya no solo los hombres del lugar, sino incluso los de otros confines de la Tierra la deseaban con el propósito de condenarse a ella hasta el final de sus días. Sus atributos físicos no eran únicos ya que además poseía bienes materiales, los cuales aun la hacía mucho mas interesante y altamente pretendida.
Llegada a una edad, el padre de la dama propuso a su hija que ya había llegado el momento del desposo y que debía elegir marido entre tantos y tantos pretendientes que babeaban con la posibilidad de ser alguno el elegido.
Un frío día de invierno el padre convocó a todos aquellos interesados en conseguir la mano de la bella y joven dama, el mismo día en que la misma proclamó un reto para todos:
"Solo aquel que consiga a partir de mañana estar 100 días esperando junto a la fría pared del ala norte del castillo, junto al gran roble, me habrá conquistado y será el afortunado."
Al día siguiente se citaron junto al gran roble 50 pretendientes venidos de numerosos parajes y lugares con el objetivo de conseguir a tan ansiada mujer.
Iniciado el reto, 10 caballeros abandonaron su intención a los 30 días por la añoranza de su familias.
A los 40 días 20 caballeros más volvieron a sus casas por falta de alimentación.
Pasaron 80 días y hasta 10 pretendientes dejaron la iniciativa por el inaguantable frío invernal.
Solo faltaban 20 días y eran solo 10 los pretendientes que seguían en la brecha aguantando y motivados por la ofrenda final.
A falta de una semana, 9 de ellos cayeron enfermos y tuvieron que abandonar el gran roble.
Un solo pretendiente quedaba y el último tramo del sufrimiento tan solo debía durar una semana más. Aquel joven había resistido a la añoranza de sus seres mas queridos, había aguantado la falta de alimentación y el hambre, resistido heroicamente al frío invierno al lado de aquella helada pared y además superando cualquier enfermedad acaecida.Tan sólo 7 días y la recompensa, la felicidad al lado de aquella bella dama sería por siempre.
La mañana anterior al último día la dama bajó y se aproximó al gran roble junto a la fría pared del ala norte del castillo y se sorprendió al ver tan solo a un pretendiente, el único que había llegado hasta ese momento al día 99 de la gran hazaña. La dama miró al muchacho, el muchacho miró a la dama y esta siguió su camino esperando a que el pretendiente aguantara el día que le quedaba para conseguir el propósito.
Unas horas más tarde y sin haber acabado el día, el joven muchacho se levantó como pudo y sin apenas fuerzas debido a su desnutrición, con las ropas rotas y sucias, inició su camino de nuevo a casa abandonando tal proeza y renunciando a la dama por completo.
Al llegar a casa, la madre del muchacho le atendió, lavó su cuerpo, cambió sus ropas y cocinó su manjar preferido. Después le preguntó el porqué tanto sacrificio durante 99 días y siendo el único pretendiente final dejaba pasar esa tremenda oportunidad.
El chico le contestó:
¿Qué oportunidad madre?
¿Pasar el resto de mi vida al lado de una persona que aun sabiendo que he resistido a enfermedades, aguantado el frío invernal, el sufrimiento de mi añoranza hacia mi familia y sin comida suficiente para sobrevivir, ha querido después de contemplarme y ver mi estado y situación dejar que sufriera un día más?
El amor es otra cosa.
Basado en en cuento de Jorge Bucay
Llegada a una edad, el padre de la dama propuso a su hija que ya había llegado el momento del desposo y que debía elegir marido entre tantos y tantos pretendientes que babeaban con la posibilidad de ser alguno el elegido.
Un frío día de invierno el padre convocó a todos aquellos interesados en conseguir la mano de la bella y joven dama, el mismo día en que la misma proclamó un reto para todos:
"Solo aquel que consiga a partir de mañana estar 100 días esperando junto a la fría pared del ala norte del castillo, junto al gran roble, me habrá conquistado y será el afortunado."
Al día siguiente se citaron junto al gran roble 50 pretendientes venidos de numerosos parajes y lugares con el objetivo de conseguir a tan ansiada mujer.
Iniciado el reto, 10 caballeros abandonaron su intención a los 30 días por la añoranza de su familias.
A los 40 días 20 caballeros más volvieron a sus casas por falta de alimentación.
Pasaron 80 días y hasta 10 pretendientes dejaron la iniciativa por el inaguantable frío invernal.
Solo faltaban 20 días y eran solo 10 los pretendientes que seguían en la brecha aguantando y motivados por la ofrenda final.
A falta de una semana, 9 de ellos cayeron enfermos y tuvieron que abandonar el gran roble.
Un solo pretendiente quedaba y el último tramo del sufrimiento tan solo debía durar una semana más. Aquel joven había resistido a la añoranza de sus seres mas queridos, había aguantado la falta de alimentación y el hambre, resistido heroicamente al frío invierno al lado de aquella helada pared y además superando cualquier enfermedad acaecida.Tan sólo 7 días y la recompensa, la felicidad al lado de aquella bella dama sería por siempre.
La mañana anterior al último día la dama bajó y se aproximó al gran roble junto a la fría pared del ala norte del castillo y se sorprendió al ver tan solo a un pretendiente, el único que había llegado hasta ese momento al día 99 de la gran hazaña. La dama miró al muchacho, el muchacho miró a la dama y esta siguió su camino esperando a que el pretendiente aguantara el día que le quedaba para conseguir el propósito.
Unas horas más tarde y sin haber acabado el día, el joven muchacho se levantó como pudo y sin apenas fuerzas debido a su desnutrición, con las ropas rotas y sucias, inició su camino de nuevo a casa abandonando tal proeza y renunciando a la dama por completo.
Al llegar a casa, la madre del muchacho le atendió, lavó su cuerpo, cambió sus ropas y cocinó su manjar preferido. Después le preguntó el porqué tanto sacrificio durante 99 días y siendo el único pretendiente final dejaba pasar esa tremenda oportunidad.
El chico le contestó:
¿Qué oportunidad madre?
¿Pasar el resto de mi vida al lado de una persona que aun sabiendo que he resistido a enfermedades, aguantado el frío invernal, el sufrimiento de mi añoranza hacia mi familia y sin comida suficiente para sobrevivir, ha querido después de contemplarme y ver mi estado y situación dejar que sufriera un día más?
El amor es otra cosa.
Basado en en cuento de Jorge Bucay
lunes, 20 de octubre de 2014
Cuando la sencillez nos embarga
El paso de los años junto a la observación constante debe avalar nuestras reflexiones y valoraciones de todo lo que acontece a nuestro alrededor. Esa experiencia y esa observación me ayuda a entender el porqué pueden suceder episodios maravillosos en las vidas de algunas personas que se confiaron de forma recíproca multitud de episodios y vivencias, vivencias que a buen seguro sobrepasaban lo profesional y llegan a lo personal.
Algunos dicen que nada es por casualidad y que todo tiene un porqué. Hace algunos meses ya quise aquí poder transmitir y sincerar lo que sentía referente a la quema de etapas por el conducto adecuado de como estructurar un camino en el cual haciendo las cosas bien, careciendo medios de los que otros disfrutan pero compensado por un talento sin igual, algunas personas conseguían que los pequeños proyectos se traduzcan en hechos tan meritorios que el mundo reconozca esa labor bien hecha y manufacturada desde la humildad, el trabajo, la perseverancia y por supuesto, repito, de un inmenso talento.
Hoy tengo un poco de envidia de algunos colegas que en algún momento de su etapa deportiva y también la personal coincidieron con algún otro que en este caso mostraba en su día a día un prestigio social que causaba admiración por su actitud siempre, prestigio social avalado gracias a su templanza, trato y educación, y todo ello sin estar acompañado de ningún tipo de estatus de parafernalia. Una manera de afrontar todas las situaciones personales, las públicas y las profesionales con un alto grado de plenitud psicológica, un encanto especial y perpetuo, sin ningún tipo de acto involuntario y si con una muestra continua de cualidades evidentes y naturales con las que nutria seguro todas sus relaciones personales con las personas de su entorno fuera cual fuere. Los que lo conocieron saben de lo que hablo.
Como anécdota puedo recordar que protagonizó unos de los momentos mas significativos y emocionantes en mi pequeño mundo, cuando hizo debutar en una liga profesional a un joven jugador de apenas 16 años, el cual de una forma directa ha marcado parte de mi vida deportiva y por supuesto la personal. Solo fueron unos minutos, pero fueron el inicio de una pequeña historia que curiosamente en estos días presentes deberían de compartir de nuevo ambos.
Algunos dicen que nada es por casualidad y que todo tiene un porqué. Hace algunos meses ya quise aquí poder transmitir y sincerar lo que sentía referente a la quema de etapas por el conducto adecuado de como estructurar un camino en el cual haciendo las cosas bien, careciendo medios de los que otros disfrutan pero compensado por un talento sin igual, algunas personas conseguían que los pequeños proyectos se traduzcan en hechos tan meritorios que el mundo reconozca esa labor bien hecha y manufacturada desde la humildad, el trabajo, la perseverancia y por supuesto, repito, de un inmenso talento.
Hoy tengo un poco de envidia de algunos colegas que en algún momento de su etapa deportiva y también la personal coincidieron con algún otro que en este caso mostraba en su día a día un prestigio social que causaba admiración por su actitud siempre, prestigio social avalado gracias a su templanza, trato y educación, y todo ello sin estar acompañado de ningún tipo de estatus de parafernalia. Una manera de afrontar todas las situaciones personales, las públicas y las profesionales con un alto grado de plenitud psicológica, un encanto especial y perpetuo, sin ningún tipo de acto involuntario y si con una muestra continua de cualidades evidentes y naturales con las que nutria seguro todas sus relaciones personales con las personas de su entorno fuera cual fuere. Los que lo conocieron saben de lo que hablo.
Como anécdota puedo recordar que protagonizó unos de los momentos mas significativos y emocionantes en mi pequeño mundo, cuando hizo debutar en una liga profesional a un joven jugador de apenas 16 años, el cual de una forma directa ha marcado parte de mi vida deportiva y por supuesto la personal. Solo fueron unos minutos, pero fueron el inicio de una pequeña historia que curiosamente en estos días presentes deberían de compartir de nuevo ambos.
domingo, 12 de octubre de 2014
Educar y entrenar solo para ganar versus educar y entrenar para mejorar y luego poder ganar
Mi duda sobre el porqué generalmente y a mi parecer de forma equivocada los entrenadores de formación exigimos a los jugadores de manera más que considerable durante el momento de la competición que durante el trabajo diario y semanal. (Curiosamente el entrenador más laureado del baloncesto español en toda la historia trabaja mucho durante la semana y prácticamente calla durante el partido).
La falta de exigencia en la formación de nuestros jóvenes es una falta grave por parte de los entrenadores ya que esa ausencia en el factor educativo supone un exceso de comodidad y a falta de esfuerzo crece la mediocridad.
¿Será cierto que en formación los entrenadores estamos excesivamente motivados por la competición en contra de la creación y todo lo que conlleva el aprendizaje como contenido esencial en un proceso de crecimiento formativo del jugador?
Últimamente entro en el reproche de que en general estamos escondiendo nuestros recursos en la enseñanza y que la transmisión de conocimientos no está siendo el objetivo fundamental, fomentamos la equidad, bajamos el nivel y nos convertimos en educadores y entrenadores mediocres, lo que llevará a que nuestros jugadores también lo sean.
Los jugadores arrastran déficit técnico en las primeras etapas de formación, donde en una de estas etapas se debe gestar la repetición y la corrección, la repetición aburre y la corrección incomoda, la rutina cansa y en su contra se busca tan solo el divertimento con pocas dosis de aprendizaje.
La antesala de los objetivos técnico/tácticos es la educación deportiva, sin un mínimo de valores concretos esos objetivos solo llegarán por la vía del sumo talento innato y no tanto por el esfuerzo y el trabajo. Educar con rectitud y con conocimiento pero sin llegar a adoctrinar es importante para el aprendizaje primero y el rendimiento después, decimos no llegar a niveles de mucha doctrina ya que un exceso de ello llevaría a minimizar la creatividad innata del individuo.
Los entrenadores debemos, independientemente de nuestra experiencia, ahondar, buscar, alcanzar y lograr, ya que los jugadores aprenden por ellos mismos solo una escala limitada durante el proceso, el cual debe estar cumplimentado por el entrenador.
El entrenador de formación actual inconscientemente "busca" por encima de todo su ambición personal y paralelamente su mejora como técnico, obviando que en un alto grado su proceso de aprendizaje va de la mano de la enseñanza que impartirá a sus jugadores, el cual debería ser prioritario. Me cansa ver como la competición y la educación tan solo al éxito hace que el jugador de formación solo "sirva" a su equipo y a su club, que sume para ganar, situación que sucede siempre, en su defecto lo que añoro es ver y conocer más estructuras de clubes en las que los entrenadores y el propio club en general "sirvan" también al jugador para su mejora y crecimiento individual.
Por otra parte concibo una exagerada dosis de jauría y festejos en el trabajo diario. Esa actitud deseada y que nos provoca placer es la primera piedra para construir el muro de esa mediocridad. La mediocridad con esfuerzo está justificada, el no dominio de ciertas habilidades en la primera etapa de formación también está disculpada pero en la etapa de perfeccionamiento y en la de rendimiento esa mediocridad será abrupta, clara e incluso molesta.
La realización de un trabajo diario supone un ejercicio de voluntad. Esa voluntad inicial debe ser la encargada de romper la inercia de la total ociosidad, la cual siempre pone en peligro el proceso paulatino de aprendizaje, El siguiente paso y valor a desarrollar será la perseverancia para continuar con la labor de forma regular pero sin llegar al limite del hastío, sobretodo en las categorías de primera etapa de formación. Después buscaremos el rendimiento previa tecnificación, algo que nos llevará a la negación de la chapuza técnica/táctica.
La tendencia en las estructuras técnicas de los clubes al trabajo "light" es el gran rival del crecimiento del jugador y es el punto de partida a la creación de hábitos inadecuados tanto para el deporte como también para la vida. Un hábito adecuado en el deporte se traducirá de forma mecánica a la cotidianidad de la vida. Esos hábitos adecuados dan más opciones al rendimiento de nuestras tareas fueren cuales fueren, mejoran nuestro rendimiento y nos harán sentir mejor. Los hábitos inadecuados nos pueden producir a veces gozos momentáneos pero que no ahondarán en nuestra mejoría futura.
Alguien dijo aquello de "Hacer lo que hay que hacer, y hacer lo que a uno le gusta...hasta llegar a que uno le guste hacer lo que tiene que hacer".
La falta de exigencia en la formación de nuestros jóvenes es una falta grave por parte de los entrenadores ya que esa ausencia en el factor educativo supone un exceso de comodidad y a falta de esfuerzo crece la mediocridad.
¿Será cierto que en formación los entrenadores estamos excesivamente motivados por la competición en contra de la creación y todo lo que conlleva el aprendizaje como contenido esencial en un proceso de crecimiento formativo del jugador?
Últimamente entro en el reproche de que en general estamos escondiendo nuestros recursos en la enseñanza y que la transmisión de conocimientos no está siendo el objetivo fundamental, fomentamos la equidad, bajamos el nivel y nos convertimos en educadores y entrenadores mediocres, lo que llevará a que nuestros jugadores también lo sean.
Los jugadores arrastran déficit técnico en las primeras etapas de formación, donde en una de estas etapas se debe gestar la repetición y la corrección, la repetición aburre y la corrección incomoda, la rutina cansa y en su contra se busca tan solo el divertimento con pocas dosis de aprendizaje.
La antesala de los objetivos técnico/tácticos es la educación deportiva, sin un mínimo de valores concretos esos objetivos solo llegarán por la vía del sumo talento innato y no tanto por el esfuerzo y el trabajo. Educar con rectitud y con conocimiento pero sin llegar a adoctrinar es importante para el aprendizaje primero y el rendimiento después, decimos no llegar a niveles de mucha doctrina ya que un exceso de ello llevaría a minimizar la creatividad innata del individuo.
Los entrenadores debemos, independientemente de nuestra experiencia, ahondar, buscar, alcanzar y lograr, ya que los jugadores aprenden por ellos mismos solo una escala limitada durante el proceso, el cual debe estar cumplimentado por el entrenador.
El entrenador de formación actual inconscientemente "busca" por encima de todo su ambición personal y paralelamente su mejora como técnico, obviando que en un alto grado su proceso de aprendizaje va de la mano de la enseñanza que impartirá a sus jugadores, el cual debería ser prioritario. Me cansa ver como la competición y la educación tan solo al éxito hace que el jugador de formación solo "sirva" a su equipo y a su club, que sume para ganar, situación que sucede siempre, en su defecto lo que añoro es ver y conocer más estructuras de clubes en las que los entrenadores y el propio club en general "sirvan" también al jugador para su mejora y crecimiento individual.
Por otra parte concibo una exagerada dosis de jauría y festejos en el trabajo diario. Esa actitud deseada y que nos provoca placer es la primera piedra para construir el muro de esa mediocridad. La mediocridad con esfuerzo está justificada, el no dominio de ciertas habilidades en la primera etapa de formación también está disculpada pero en la etapa de perfeccionamiento y en la de rendimiento esa mediocridad será abrupta, clara e incluso molesta.
La realización de un trabajo diario supone un ejercicio de voluntad. Esa voluntad inicial debe ser la encargada de romper la inercia de la total ociosidad, la cual siempre pone en peligro el proceso paulatino de aprendizaje, El siguiente paso y valor a desarrollar será la perseverancia para continuar con la labor de forma regular pero sin llegar al limite del hastío, sobretodo en las categorías de primera etapa de formación. Después buscaremos el rendimiento previa tecnificación, algo que nos llevará a la negación de la chapuza técnica/táctica.
La tendencia en las estructuras técnicas de los clubes al trabajo "light" es el gran rival del crecimiento del jugador y es el punto de partida a la creación de hábitos inadecuados tanto para el deporte como también para la vida. Un hábito adecuado en el deporte se traducirá de forma mecánica a la cotidianidad de la vida. Esos hábitos adecuados dan más opciones al rendimiento de nuestras tareas fueren cuales fueren, mejoran nuestro rendimiento y nos harán sentir mejor. Los hábitos inadecuados nos pueden producir a veces gozos momentáneos pero que no ahondarán en nuestra mejoría futura.
Alguien dijo aquello de "Hacer lo que hay que hacer, y hacer lo que a uno le gusta...hasta llegar a que uno le guste hacer lo que tiene que hacer".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)