Me hablarás cuando no pueda escucharte.
Capitulo V. Parte I.
Por Ángel Molinero.
La gentileza en tú persona puede disiparse sin más, la suavidad de tu piel no. No me importa demasiado no volver a sentirte tan cerca pues esa sensación siempre fue inconclusa y ha ido generando en mi tal paciencia delirante hasta tal punto que ha originado un dolor ya poco soportable.
No puedo entender saber que en tus brazos hay un confort que nunca hallé,
no puedo tampoco saber el porqué de las dudas de mis secretos se ocultan en tus verdes ojos,
jamás podré saber ciertamente el motivo el cual diste sentido a mi vida sintiendo que desde siempre te extrañé y añoré.
Eres lo que nadie nunca podrá mostrar,
eres lo que todos siempre estuvieron esperando,
eres lo que nadie nunca será.
El aire no contiene tanta pureza,
tú belleza cabal no acierta a compararse con nada,
seguro de ti mismo pero inseguro de todo lo demás, esa es parte de tu grandeza,
la parte restante de tu ser lo forma un océano de inocencia humana carente de crueldad, ese es el resumen de quien eres.
Cada sueño abandonado entra en contienda con el disimulo de la falsa esperanza que da creer en milagros.
Mi mundo estuvo determinado por tus virtudes, virtudes humanas abandonadas en un sueño que no se hará realidad,
y aunque no crea en milagros, también sé...
... que no hubo, hay ni habrá nadie igual a ti.
Capitulo V. Parte III.
Por algún otro ciertamente cercano.
Su devoción por él era tal que empezó a convertirse en excesiva y compulsiva.
La enfermedad había empezado a mellar en él, una patología adherente a lo absurdo, una enfermedad ligada al deterioro sentimental y existencial, y cuando la enfermedad prospera desencadena infortunios.
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