sábado, 30 de julio de 2016

En la orilla

El afán a lo largo de mi existencia no ha sido lo que llaman construir una historia, sino aprender a solucionar congojos. Aparecer problemas e intentar ocuparme de ellos. Nunca esos problemas han sido superiores a mis capacidades y han acabado por al menos fluir de forma soportable, alguno pero dejando fragmentos de dolor. Ya hace unos años empecé a percatarme que esas capacidades se han agotado, han claudicado diluyéndose ante las actitudes y pensamientos del mundo exterior, el pensamiento generalizado del cercano entorno o lo que es aun peor, del que me rodea.

Cuando me canse de nadar o de dejarme llevar saldré de este mar turbulento de dudas y malestar perpetuo  y me sentaré en la orilla dando la espalda a quienes aun viendo esa turbulencia, no mueven un dedo por los que han tenido que nadar dentro de esas aguas. Triste me siento, triste por saber que otros aun viendo que perdí esas capacidades y sabiendo que ya nada puedo hacer por mi mismo y a los que ahora doy la espalda porque ni tan siquiera se acercaron a la orilla, permanecen en estado vegetativo mostrándose distantes. Los problemas no están hechos para ser expuestos ni tienen ambición de galería o museo. A lo más que aspiran es a resolverse desde la empatia solidaria y la comprensión, necesarias en todas la interrelaciones personales, da igual el tipo.

Hasta la fecha mis prioridades y ocupaciones hacia los demás radicaban en aquellos a los que de forma personal profesaba un cariño único, singular y a veces incluso exclusivo, todo iba destinado de forma especial hacia ellos. Ahora mis máximas atenciones en cualquier contexto y mi dedicación irá enfocada solo a aquellos que manifiesten esa cierta empatia solidaria y comprensión hacia mi persona.

En esta página en blanco estoy, en esta página donde a punto de morir las palabras están, donde mueres tú si nadie te recuerda y donde muero yo aunque después pueda ser recordado por los sueños de los hombres. Pero los soñadores cansan si los sueños transmiten miedo. Hay personas que quieren liberarse de ese miedo y a través de esa liberación se convierten en hombres libres.  Yo no soy libre y mi tragedia se entrelazó con mi soledad y la impaciencia, la impaciencia de cumplir un deseo y un sueño, algo que nadie pudo entender, por ello ese deseo se convirtió en fracaso, fracaso que ahora, antes del final, se alza por encima de los éxitos de otros.








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