Quien sufra la derrota de forma angustiosa vivirá la victoria de forma estridente. Angustia y estridencia, malas compañeras de viaje durante cualquier etapa de nuestras vidas.
Para colmo, vivimos una educación donde no hay quien se salve de las condicionantes llamaradas del éxito aunque tú no lo busques. El éxito aunque nos cueste entenderlo, a la larga puede sumirnos en un estancamiento sujeto sin duda a perjudicar claramente el proceso de aprendizaje y nuestra mejora personal. Ser esclavo de la victoria nos enciende automatismos y actitudes que minimizan lo importante y nos apartan del correcto hábito formativo, esencial por otra parte durante el proceso de ese aprendizaje, en cambio la adecuada gestión de la derrota nos ayudará a ser mejores en el futuro.
El éxito necesita del tener y el tener se relaciona directamente con la competencia y donde hay competencia hay siempre posible atisbo de destrucción, el peor mal de nuestros días.
Darle una vuelta a lo que realmente podría ser el éxito o el fracaso, la victoria o la derrota.
Existen siempre al menos dos versiones
distintas sobre los hechos y sus contenidos, protagonistas, espacios y repercusiones. Nadie posee el control de la verdad absoluta, solo de la suya propia porque ninguna es cierta por completo. Todo
depende de quién lo cuente, cómo y tantas veces lo manipule a su antojo. A partir de ahí, sabremos, si queremos hacerlo, dónde está el éxito y donde hay parafernalia. Por cierto, creo es justo decir que aquellos que festejen "sus éxitos" de forma especialmente abultada, estén dispuestos a sentirse señalados en "sus fracasos".
Aprovecha el entreno, si lo haces, la victoria sabrá mejor y si hay derrota, no sufras, al menos habrás aprovechado el entreno.
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