domingo, 20 de diciembre de 2015

La euforia de los exaltados contra la prudencia de los inteligentes y la decepción de los pobres de espíritu contra la constancia del que quiere cambiar para mejorar

Para quienes no compartimos el fanatismo por el baloncesto, resulta difícil imaginar cómo es posible que el resultado de un partido o de una decisión arbitral pueda provocar sentimientos tan profundos que pisotean valores como la educación, los modales, la prudencia, la armonía, etcétera...y se abrazan directamente con la estupidez humana.
Está claro que no todos los espectadores de partidos de baloncesto se ven afectados de la misma manera; pero ¿cuáles son los factores que hacen que a algunos los afecte mucho y a otros poco o nada?; ¿quiénes corren peligro de verse señalados con el dedo por actuar como verdaderos incendiarios del baloncesto en general o cuanto menos en el de formación para los más jóvenes?
No hay ningún factor que pueda justificar semejantes actos de estupidez humana e idiotez con respecto a presenciar un partido de edad infantil por ejemplo, no hay justificación alguna.


Desde el punto de vista psicológico, se considera que la pasión por el deporte está vinculada con la cuestión imaginaria de "querer ser", de "formar parte de algo", "somos los mejores, aunque demos pena".
Otro dato no menor, según nos han enseñado es que la sociedad educa hacia el éxito, o somos primeros o no somos nada... y así nos va. No poseemos un modelo en el cual nos hayan enseñado a perder. Además, muchas veces tampoco sabemos ganar. Esto se relaciona directamente con el no desarrollo de los valores esenciales. Muchas veces queremos ser primeros para que no sea fracaso y olvidamos que los demás también juegan...pero eso es antes o durante, cuando al final somos segundos y pasa un rato nos autofelacemos de forma espectacular para no sufrir.
Es entonces adecuado preguntarse qué puede hacerse para no caer en el fanatismo desmedido, aquel fanatismo que puede dañar la salud psíquica o física, porque hay desalmados que también son capaces de llegar a las manos. Desde lo psíquico, el equilibrio y la inteligencia emocional son claves. Aunque debemos saber y concienciarnos que la pasión nubla la razón y la pasión siempre es un exceso.
Por lo tanto, hay que trabajar sobre esa inteligencia que regula las emociones, las emociones desgastan, hay que canalizarlas correctamente, con inteligencia. Pero eso es tan difícil de conseguir que sin remisión la única solución es no acudir, acompañar los hijos al partido y largarse a casa a ver un partido por la tele solo en casa donde nadie te ve ni te oye y así disimular la estupidez deportiva que atesoras como gran medida preventiva.
 Si viendo jugar a tu hijo padeces en vez de disfrutarlo, es mejor te lo pienses de verdad.  Si padeces ese comportamiento mas típico de un animal de caverna, pide hora a un profesional para que te ayude a controlar tus emociones y tu estupidez...mientras, no vengas a las pistas.




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