Todos recordamos aquel verano de 1999 cuando un grupo de jóvenes deleitaron al aficionado del mundo del básquet con un estilo de juego diferente, descarado pero colectivo, rápido pero ordenado, sistemático pero con una grandísima dósis de fundamentos técnicos individuales...aquel equipo donde el seguidor mas tonto podía baticinar que muchos de estos jugadores, cuando alcanzaran la madurez idónea, iban a protagonizar la página más laureada de nuestro baloncesto. Un grupo con una puesta en escena especial, mezcla de talento físico y talento técnico inigualables y algo que creo con el tiempo nos está pasando factura, un caracter de ganador creo que excesivo, que cuando se encuentra cara a cara con la falta de hambre, puede desembocar en situaciones negativas.
Tambien podemos recordar aquel equipo formado con muchos de esos juniors de oro que disputó el mundial de Japón en el año 2006. Ese grupo de chicos había alcanzado por fin la madurez idónea (26 años) para de esa manera y sin haber desayunado por la mañana ni comido al medio dia pudo completar uno de los momentos mas geniales del básquet español, y no solo por la victoria, sino tambien por el juego desplegado, sobretodo en aspectos defensivos, no tanto a nivel táctico y si sobretodo a nivel de ilusión, fe, cohesión, deseo y hambre...
El aficionado al deporte puede pensar lo que quiera, opinar, hablar, criticar, faltar a la humildad y comportarse de la manera mas intolerante, llegando incluso a menospreciar a cualquier rival.
Pero los verdaderos protagonistas, los responsables...esos debemos estar con los pies en el suelo y no olvidar que esto es deporte, baloncesto y que los partidos y los campeonatos hay que jugarlos, habiendo comido antes o no...y que se puede perder, sobretodo con equipos como Lituania, entre otros.
De una manera insconsciente, es de condición humana perder el hambre cuando se ha comido.
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