Cuando potenciamos nuestra capacidad de actuar ordenadamente y de una forma perseverante para conseguir un objetivo que nos produzca una sensación de bienestar, estamos mejorando nuestra conducta y a la vez potenciamos nuestra capacidad disciplinaria. Conseguir esto no es fácil, ya que en la sociedad y el momento en el que vivimos, debemos soportar las molestias que esto origina.
Para conseguir mejorar esa capacidad, necesitamos potenciar esa disciplina necesaria para conseguir nuestros objetivos. Que duda cabe que el deseo intrínseco de cada uno tiene una importancia sobremanera ya que la autoexigencia se convierte en un valor indispensable para ir mejorando y lograr esos objetivos. La persona que consigue desarrollar esa autoexigencia y aprende a exigirse a si mismo se hace comprensivo con los demás y aprende a "trabajar" y le da sentido a todo lo que realiza. Cuando ese deseo intrínseco no es lo suficientemente alto, es necesario que la exigencia venga del exterior y sean segundas o terceras personas las que de una manera extrínseca utilicen las técnicas, métodos y estratégias necesarias para mejorar esos valores.
La disciplina es indispensable para que busquemos persistentemente lo que más nos conviene para poder conocer nuestros deberes. La disciplina ayuda a desarrollar nuestras virtudes y tiene un valor importantísimo para afrontar todas las incidencias que se nos plantean en el día a día y como decía algúno:
" Si dejamos a un joven que haga lo que quiera, cuando sea adulto será un auténtico gilipollas" y "Quien hace lo que quiere, no hace lo que debe".
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