Estimado señor.
No se tome estas palabras como motivo de ofensa, en ningún caso pretendería hacerlo, sólo me remito a invadir algo de su preciado tiempo con la intención de que pueda leer este escrito sin más motivo que el de hacerle llegar esta reflexión, la cual entiendo puede ayudarnos a mejorar muchas cosas importantes en lo referente a nuestra calidad de vida, no la material, si la espiritual. Le doy las gracias de antemano por intentar entender que jamás me atrevería a juzgarlo ni como humano, ni como padre.
Aunque algunos no lo entiendan, ser padres implica guiar sin dirigir las vidas de sus hijos. Pero en una sociedad tan competitiva y consumista como la actual, cada vez es más habitual ver como algún progenitor busca la manera de sacar el máximo potencial y rendimiento de sus hijos, convirtiendose en una especie de manager. Este afán por crear unos hijos hiperformados tiene sus riesgos, como olvidar por ejemplo la esencia de la educación.
Un manager es el gerente o directivo de una empresa. Una definición un tanto fria como para extrapolarla a una relación tan íntima como la de padre e hijo, pero la crianza implica guiar la vida de los hijos de una forma responsable y comprometida para ayudarles a ser buenos, humanos y capaces. En ocasiones esta dirección se lleva tan al límite que se transforma en una inversión de futuro, en un negocio incluso.
Algunos triunfarán, muchos nunca lo logran, y otros acaban sus carreras de una forma abrupta y con el arrepentimiento de haber obviado ciertas etapas imprescindibles en la formación de un joven, en este caso, deportista. Cada vez son más los progenitores que invierten en la formación de sus hijos como si de un producto se tratara. Hay ejemplos extremos de todos conocidos, sobretodo en las áreas del reconocimiento del talento precoz y todo ello mezclado con esa competitividad materialista y la incertidumbre laboral junto tambien a un consumismo desaforado.
Llegado a este punto, desearia con fervor, que todavía no haya pensado que estoy dando lecciones de como actuar en su vida, los valores que intenta transmitir a sus descendientes, ni decirle de como debe actuar y en consecuencia como educar a su hijo. Lamentaría que pensara asi, nada más lejos de mi intención, de hecho y a pesar de que no le conozco personalmente, entiendo que su deseo e intención es proceder siempre de la mejor manera posible para la adecuada formación de su hijo como personita y en este caso también como deportista.
Me siento un privilegiado al haber tenido la oportunidad de conocer a su hijo, no conocerlo de una manera muy cercana pero si lo suficiente como para darme cuenta de lo fantástico chico que es y de la capacidad que tiene todavía para interpretar este arte llamado baloncesto que nos une a todos los amantes de este juego. En esta efemérides que cumple un par de años, puedo decir que con esa corta edad ya pude apreciar en el un talento y unas habilidades especiales tanto en la pista de juego como también en su actitud cotidiana fuera de las horas de entreno.
Esta claro que en su caso pocas cosas podrán entorpecer lo que a largo plazo todos los entendidos de este deporte, creen. Me refiero a su capacidad para jugar a esto, en su defecto dudo también que esos entendidos en este deporte sepan o se atrevan a concluir que el resto de la formación sea la más adecuada. El control del entorno, de los hábitos y de las demás actitudes correspondientes a un chico de esa edad, pueden ser violadas por no diferenciar a tiempo la formación de un joven de esa edad con la más que probable vida profesional que le espera después y no ahora. Ese control, esa responsabilidad, ese entorno, debe estar en cabezado por alguien, alguien que se parezca más a un padre que a un simple manager.
Ahora puedo recordar un comentario de ese malogrado jugador que durante casi una década nos asombró con su juego y que titulaba: "...legado del hombre humilde al joven genio".
El hombre humilde era él y el joven genio también.
Me hubiera encantado tener la oportunidad de haberle conocido o al menos haber sido presentados, digo esto porque a mayor confianza, supongo que mayor grado de aceptación tendría usted con respecto a estas líneas y a mi presumible descaro por haber invadido su intimidad. Le reitero mis disculpas si de algún modo le he ofendido o entiende que esta reflexíón está fuera de contexto u otro malestar personal hacia su persona. También quisiera pedirle disculpas por hacerlo en un espacio como este, aunque no veía otro lugar mejor para hacerlo ya que no le conozco, ni creo que vaya a conocerle jamás, supongo es imposible.
Por último me gustaría despedirme con la verdadera razón a modo de moraleja de mi interrupción en su valioso tiempo e intimidad personal.
No permitamos que nadie condicione el futuro de nuestros hijos o seres más queridos, más cuando ello conlleve intereses personales e incluso económicos...falsas historias, episodios mercantiles, vida laboral a una cortísima edad, la formación mezclada con la profesionalidad...
Nadie se preocupará por la educación de nuestros hijos salvo nosotros mismos y somos nosotros también los que debemos darnos cuenta de no caer en ese error.
Cuando alguien se acerque y se preocupe por el bienestar, educación y formación tanto humana como en este caso deportiva de nuestro hijo, sin apreciar un sólo ápice de un interés propio y personal, entonces podemos decir que hemos encontrado a ese hombre humilde del que hablaba ese fenomenal y malogrado jugador de baloncesto.
Mis mejores deseos y mucha suerte de todo corazón.